El Reino de los Desamparados


Oscar Vázquez Muñoz

No sé si fue José Ortega y Gassed o si inicio como un boom con Allen Ginsberg, o quizás siempre ha estado presente entre nosotros (sólo que no sabíamos que nombre ponerle),  pero el concepto de generación suponía agresividad, euforia de la buena, juventud eterna e interminable, sagrada concepción de ojos que atestiguaban el supuesto fin de los tiempos, el fin del mundo era hoy y todo ardía en las llamas del ahora. Los profetas míticos, sagrados o simplemente charlatanes que pues… nunca se ha tenido opción, levantaban emblemas de salvación posible. Así el descubrimiento de la inmortalidad colectiva y de unos cuantos gurús se hacia la fotografía testimonial de ese tiempo congelado en cuadros de la historia. Pero la soberbia parece poder más, luego entonces recordamos esos pasajes del Popol Vuh con ese canto que decía: El son de los cervataneros que cazan monos.

Cada generación ha visto derrumbarse al mundo. Cada generación ha levantado sus propias Torres de Babel. Goerge A. Romero quizás fue más sensato y crudamente realista al mostrar la naturaleza constante de las sociedades modernas, institucionalizadas, u ordenadas. Pero las generaciones, son otra cosa, son perseguidas, buscan sus cerebros, luego entonces son percepciones posiblemente legítimas de lo que siempre ha pasado. Aunque la película Fido del 2006 de Andrew Currie tiene un giro invertido igual de dramático que el de George Romero, porque la domesticación que presenta es igual de dolora, un ojo agudo podrá encontrar que en la película de Andrew Currie no presenta a otra sociedad que la blanca, la del American wey of life. ¿Luego entonces quien es el zombi?

Al principios del siglo XXI la palabra generación tuvo una sensación acida que sólo pocos percibieron. No todos percibieron que su difusión tenía un tinte mercadológico, empresarial, y de sutil –compra, compra, compra-. No era agresivo como en siglos anteriores, después llego la pandemia y puso a todo de cabeza. Pero en esos momentos se veía a Paco Castorela en la primera década de siglo XXI diciendo: “compra, compra, compra…”, y en la necesidad los músicos independientes con alegría decían: “hay una oportunidad de tocar”. Con ello la palabra generación perdió su sentido original, ya no hablábamos de jóvenes o comunidades despiertas, sino la profecía de Giovanni Sartori de sociedades teledirigidas.

Ha inicio de siglo era muy común pensar que no había nada nuevo que crear. “Muchos poetas, poca poesía”, al menos eso parecía entre los más leales de los lectores prácticos alcohólicos de un culto olvidado a gurús no tan visibles ahora como Leopoldo Ayala, Juan Bañuelos, Jorge  Ibargüengoitia, Efraín Huerta, y Carlos Enrique Taboada.

El siglo XXI nunca será como el siglo XX. Aunque pocos visionarios han logrado comprender la riqueza creadores de este siglo, como Hector Sinuhé de Regeneración X (un difusor y creador auténticamente crítico), Jessica Adriana Gómez (extraordinaria poeta), Arturo Arredondo (ente un asilo para ancianos, aunque tenía visión profética), Pavel García (que no sólo percibe, crea, extraordinario músico creador), la banda URSS bajo el árbol (me ha dejado impresionado con sus publicaciones del 2020). Yo nunca pude dejar de ver hacia Roger Quigley (estos últimos años, aunque siempre desde que lo descubrí personalmente), Picastro, Klaus and kisky, Ultraman MX, 65 dayfostatic, The Standard, Kylie Nicole, Ladycop, Leon Benavente, Chongyang forced march, Motorama, Lisa Germano, Micah P. Hinson, Foals, Kid Dakota, perro viejo de Axel Catalán, Lisandro Aristimuño, Beyond The Wizards Sleeve  (Aglarsa Anam Aglar) y Godspeed you black emperor. El fenómeno de Youtube mostro lo que las plataformas no dejaban mostrar de forma nacional e internacional a inicios de siglo (hasta la salida del Chato de Austin TV  hace 12 años, aunque no vimos el proyecto de Dany Free y los cansados de ser felices).

Si los inicios del 2000 evidenciaban lo que ya era una obviedad en los 80s, y en el 2012 se volvió un descubrimiento político y de toma de espacios virtuales de los movimientos sociales, el 2020 fue la dolorosa e inevitable forma de la supervivencia humana. Se reafirma la real y autentica forma del escritor o creador, ser fiel testigo del tiempo y no baratija del sensacionalismo ególatra. Aunque algunos han tenido de ambos un poco como Octavio Paz que en sus últimos años de vida se preguntó con morbosa insistencia de curiosidad incierta que pasaría con México y el mundo después de su muerte y veía en las televisoras a un hombre encapuchado: Rafael Sebastián Guillén Vicente. Octavio Paz se habría quedado con la boca abierta ante el 2020 y La barranca diría: hoy no es un día común, es un día negro.

En el siglo XX alistarse en el ejército como en la Segunda Guerra Mundial, la Revolución, la lucha tenía sentido, eras un héroe; en el siglo XXI quedarte en casa era sacro, eras un héroe, aunque el dolor, la perdida y la locura del aislamiento te hacia olvido. Este siglo es aún más crudo que el anterior.

Sin embargo la pregunta de nuestro tiempos es: ¿Cuál es el discurso, el sentido, la formula milagrosa, la idea de nuestro tiempo?, ¿En qué debemos creer?, ¿Quién es el Jean Paul Sartre de nuestros tiempos, el kurt Cobain, Lennon, Rockdrigo Gonzalez, o vocero de nuestro tiempo? Parece que incluso hemos perdonado al diablo, y si no escuchen La tristesse du diable de la banda francesa Maimuna (la cual además se volvió emblemática, icónica, concreta, en este 2020).

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